Un sorprendente experimento sin efectivo en Venezuela

Los servicios de transferencia de dinero dan paso en Venezuela a lo que puede ser la primera dolarización digital del mundo

Zelle en Venezuela

Cuando Federico Suárez, abogado de 24 años residente en Caracas, viajó de noche a Valencia (Venezuela) el mes pasado para visitar a su novio respiraba un aire de derroche. Durante el fin de semana, la pareja degustó empanadas para desayunar, compró quesos y pasta importados y salió a disfrutar de una romántica cena de sushi.

Todo se pagó a través de Zelle, un sistema de pago electrónico propiedad de un grupo de siete de los mayores bancos estadounidenses. «Puedo pagar cosas en todas partes. El único problema es que compro más de lo que debería», comenta Suárez.

Puede que en los Estados Unidos, Paypal y Venmo hayan alcanzado la categoría de verbo, pero en Venezuela es Zelle, o
«Zelley», la palabra que está en boca de todos. En toda Caracas, cuelgan de los escaparates y de los puestos que venden en las calles carteles caseros en los que puede leerse «Aceptamos Zelle».

En las cajas registradoras de los supermercados, algunos de los cuales tienen cajas específicas para los clientes que pagan con la aplicación, hay pegatinas impresas moradas con el logotipo de la compañía. Toda esta cartelería improvisada es un indicio de que el uso de Zelle por parte de los venezolanos para mitigar la rápida depreciación de la moneda y la inflación galopante, si bien no está prohibido, podría describirse ciertamente como «no indicado». 

Puede usarse para compras impulsivas, como unos caramelos o un nuevo par de zapatillas, y también para necesidades más básicas. «Sin Zelle, tendríamos menos pacientes», afirma Antonio Farfán, cirujano de una clínica privada de Caracas. «Sé que está pensado para pagos puntuales, pero aquí lo supone todo».

Zelle permite a los clientes de sus bancos miembros enviar dinero a amigos y comercios, a menudo sin coste, a través de una aplicación del móvil. Su propietario, Early Warning Services, con sede en Scottsdale, Arizona (EEUU), nunca lo ha promocionado en el extranjero. Es difícil imaginar que sus dueños, entre los que se encuentran JP Morgan y Bank of America, hubieran podido elegir como mercado de prueba un país dirigido por un gobierno claramente anticapitalista y cuya economía está en ruinas. 

Crecen las aplicaciones de pago

El uso de aplicaciones móviles de pago está aumentando en todo el mundo en plena crisis del coronavirus, ante el cierre de comercios y la preocupación de los compradores por contagiarse mediante el uso de lectores de dinero o de tarjetas de crédito. Zelle, líder del mercado estadounidense de pagos entre personas conocidas, registró 842 millones de transacciones por un total de 217.000 millones de dólares hasta septiembre, lo que supone un incremento del 64 por ciento con respecto al año anterior. 

La compañía Early Warning Services no ha querido que sus ejecutivos sean entrevistados para hablar de este tema. Ecoanalítica, una consultora local, estima que el 17 por ciento de las transacciones en los establecimientos minoristas de Caracas se realizan a través de la aplicación y que en otras ciudades venezolanas el volumen de uso es parecido. La cifra real podría ser mayor a la vista de que en los datos no se incluyen los comercios más pequeños.

El recibimiento que han dado los venezolanos al dinero digital obedece más a una cuestión de necesidad que de elección. Su moneda, el bolívar, tiene a día de hoy un valor similar al dinero del Monopoly, una víctima de la mala gestión del régimen de Nicolás Maduro, que desde que asumió el cargo en 2013, se ha situado a la cabeza de siete años consecutivos de contracción económica. 

El producto interior bruto es una quinta parte del que era cuando comenzó su mandato, de acuerdo con las estimaciones del Fondo Monetario Internacional, mientras que la inflación, medida por un índice de Bloomberg vinculado al precio de un café con leche, se sitúa por encima del 4.000 por ciento. El billete más grande, el de 50.000 bolívares, equivale a menos de un céntimo de euro.

Un desastroso experimento de 15 años con controles de capital dio lugar a un próspero mercado negro de dólares. Al principio, el Gobierno de Maduro hizo la vista gorda cuando la tienda de la esquina, los restaurantes y las peluquerías empezaron a aceptar billetes verdes.

Después, el pasado año, el presidente respaldó públicamente el uso de dinero estadounidense, en parte con la esperanza de que ayudara a frenar la inflación y a estabilizar una economía que se desmoronaba. «No veo nada malo en ese proceso que llaman de dolarización», comentó en un programa de televisión en noviembre de 2019, a lo que añadió, «¡gracias a Dios existe!» 

Con arreglo a las estimaciones de Ecoanalítica, en la actualidad más del 60 por ciento de todas las transacciones en Venezuela son en dólares.

Deseos de cambiar el régimen

Javier desde Miami (imagen principal), ayuda a sus padres, Luis y Gabriela, a completar los pagos en Caracas. Foto: Bloomberg Businessweek.

Varios países han adoptado oficialmente el dólar estadounidense como moneda, como es el caso de Ecuador y las Islas Turcas y Caicos. Por otra parte, Venezuela es un ejemplo de lo que los economistas llaman dolarización espontánea. «El Gobierno no te lo dice, a menudo es incluso ilegal», afirma Steve Hanke, profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y experto en hiperinflación. «Ocurre en gran medida cuando hay sanciones o ejércitos de ocupación».    

El Gobierno de Trump no ha ocultado su deseo de permitir un cambio de régimen en Venezuela, pero no ha enviado tropas estadounidenses al país sudamericano. En su lugar, ha golpeado a Maduro, y a aproximadamente 140 funcionarios y entidades del Gobierno actual y anterior con sanciones.

Los billetes verdes también están de moda en las calles de La Habana y Teherán, pero en estos lugares las sanciones a la disponibilidad de dólares está en la práctica limitada a lo que traen los turistas o los expatriados.

A diferencia de lo que ocurre en esos otros estados «paria», la dolarización digital a través de servicios como Zelle ha logrado despegar en Venezuela gracias a que sus ciudadanos disfrutan de un acceso continuo al sistema financiero estadounidense, comenta Darshak Dholakia, socio de Dechert en Washington, que asesora a las empresas en materia de cumplimiento de sanciones. «Venezuela se encuentra en una posición muy singular, ya que es hoy día el único país en el que el Gobierno se enfrenta a sanciones generales pero los particulares no», añade.

Alrededor del 8 por ciento de los adultos venezolanos tienen una cuenta bancaria en el extranjero o acceso a un monedero electrónico, según Datanálisis, empresa de investigación de mercado de Caracas, una cifra que se ve aumentada por los casi cinco millones de personas que han huido de la crisis que sacude al país, de los que cientos de miles se han asentado en los Estados Unidos. 

Esta diáspora supone un vínculo clave para los usuarios venezolanos de Zelle, como Gerardo Zambrano, que vive en la barriada caraqueña de Petare.

Diseñador gráfico de 31 años, deposita su nómina en la cuenta de un amigo en Los Ángeles al que manda un mensaje de texto para iniciar una transferencia cada vez que quiere enviar dinero a alguien. No sale siempre perfecto debido a las cuatro horas de diferencia horaria entre las dos ciudades. En agosto, cuando su padre se levantó una mañana lleno de ronchas, Zambrano tardó horas en despertar a su amigo para poder comprar medicinas. «En ese momento me di cuenta que nunca responde antes del mediodía», comenta.

Javier, periodista de 32 años con residencia en Miami, y que no indica su apellido por miedo a que le suspendan la cuenta, utiliza Zelle para pagar la compra, las consultas médicas y las reparaciones de la casa de sus padres en Caracas. «Nos facilita mucho la vida», comenta Luis, padre de Javier, ingeniero mecánico jubilado de 72 años. «Mi hijo se encarga de todo, porque no sabemos cómo funciona».

Soluciones propias

Los supermercados tienen líneas dedicadas a los clientes que pagan con Zelle. Foto: Bloomberg Businessweek.

Los comerciantes de Venezuela tienen sus propias soluciones. Para agilizar las filas de las cajas, los supermercados cuentan con personal dedicado a comparar las capturas de pantalla de los pagos de Zelle con los recibos de correo electrónico. Vanessa Mora, que trabaja como cajera en una tienda de mascotas de alto nivel en Caracas, tiene que verificar que pasan los pagos a través de Zelle para que los clientes puedan abandonar el establecimiento con los productos. Si no lo hace, se puede meter en problemas. 

Hace poco, un cliente impaciente se marchó con una bolsa de comida para perros por valor de 83 dólares, ante la imposibilidad del personal de comprobar el recibo enviado por email, y no pudo contactar con el dueño de la tienda, que vive en Miami, para confirmar que le había llegado el dinero a su cuenta. «Nos llamó pandilla de idiotas inútiles, y yo me asusté», afirma Mora, cuyo salario mensual es menos de la mitad del precio de la comida para mascotas. 

La mayoría de los 731 bancos estadounidenses de la red de Zelle no han puesto barreras para que los venezolanos abran cuentas bancarias, siempre que no consten en listas de sanciones y hayan utilizado documentos y direcciones postales auténticos al darse de alta. En un comunicado, Early Warning afirmó que «los consumidores solo podrán darse de alta en Zelle Network con un número de móvil de los Estados Unidos o una dirección de correo electrónico asociada a una cuenta de los Estados Unidos». 

El Departamento del Tesoro de los Estados Unidos se ha negado a hacer declaraciones, pero un alto funcionario, con la condición de mantener el anonimato, afirmó que las transferencias entre dos titulares de cuentas en los Estados Unidos no incumplirían las sanciones.

Con todo, algunos bancos están siendo cautos. En junio, los informes que afirmaban que Wells Fargo había bloqueado el acceso a Zelle a algunos venezolanos provocaron el pánico en Twitter. 

Alexandra, una caraqueña de 35 años que no revela su apellido por miedo a que la echaran del servicio, afirma que Wells Fargo suspendió de forma repentina su acceso a Zelle este verano durante cuatro meses, dejando a esta profesional de las relaciones públicas con dificultades para cobrar su salario y pagar todo, desde la cesta de la compra hasta la escolarización de sus hijos.

Ahora usa Zelle solo para comprar dólares a un agente de cambio de divisas del mercado negro, por miedo a enviar por descuido dinero a alguien relacionado con un funcionario sancionado. «Imagínate cómo voy a viajar a los Estados Unidos en plena pandemia para desbloquear una cuenta», afirma. 

Vigilancia

Wells Fargo afirmó que elimina el acceso de un cliente si identifica un uso «incoherente con el uso previsto de este tipo de productos y servicios». Los bancos utilizan programas informáticos sofisticados para vigilar las pruebas de actividades que puedan infringir las leyes de los Estados Unidos, como el blanqueo de capitales o facilitar pagos a personas cuyos nombres figuran en las listas de terroristas y traficantes de drogas recopiladas por el Gobierno (el pasado marzo, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos acusó a Maduro y a 14 funcionarios actuales y anteriores de corrupción y tráfico de drogas).

Es posible que los sistemas de Wells Fargo clasificaran como sospechosas algunas operaciones en cuentas de venezolanos, provocando las suspensiones, afirma Richard Crone, responsable de consultoría de pagos de Crone Consulting. 

Como precaución, muchos venezolanos están limitando su uso de Zelle. Los más adinerados están siguiendo el ejemplo de sus amigos y familiares en los Estados Unidos y están recurriendo a Venmo y Paypal. Este mercado también ha atraído a varios nombres menos conocidos en el sector de los pagos electrónicos.

Rubén Galindo, un mexicano de 29 años y autodenominado luchador por la libertad, cofundó el servicio de monedero electrónico Airtm en 2015. La aplicación sirve, en sus palabras, como mercado de dólares extraoficial. La empresa publica sus propios tipos de cambio y permite a los usuarios, o «agentes», ejecutar operaciones de cambio entre sus propias cuentas bancarias.

En 2018, Galindo afirma que recibió un aviso de que la policía de inteligencia de Venezuela planeaba detener a su personal local, por lo que trasladó a su plantilla de 25 personas a través de la frontera con Colombia hasta México, donde está la sede de la empresa. «Si cierran una oficina o encierran a uno, o lo que sea, podemos añadir diez más», afirma Galindo, en una videollamada desde la Ciudad de México. Airtm tiene clientes en toda Latinoamérica, afirma, pero gran parte de su actividad está en Venezuela, donde mueve unos 11 millones de dólares a la semana. 

Airtm acaparó todas las miradas el pasado agosto, cuando Juan Guaidó, jefe de la Asamblea Nacional liderada por la oposición, a quien los Estados Unidos, la Unión Europea y cerca de 60 gobiernos más han reconocido como el líder legítimo de Venezuela, recurrió a este servicio para ejecutar la transferencia de casi 19 millones de dólares a los sanitarios en primera línea de batalla contra el coronavirus en el país. Los fondos fueron suministrados por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Tesoro de los Estados Unidos desde cuentas estadounidenses congeladas pertenecientes al banco central de Venezuela.

Héroes de la salud

Galindo afirma que voló a Miami en marzo para trabajar con el equipo económico de Guaidó en la operación aprobada por la OFAC, denominada Héroes de la salud, para enviar a más de 62.000 miembros de los servicios contra la pandemia tres pagos mensuales de 100 dólares cada uno. Cuando Maduro se enteró del plan, ordenó bloquear la dirección IP de Airtm.  Pero el dinero empezó a llegar en septiembre con la ayuda de redes privadas virtuales (VPN).  ● Un artículo de Alex Rosati y Jenny Surane

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