El divorcio emocional de Francia y el Reino Unido

El canal de la Mancha no es solo un accidente geográfico, sino una metáfora que representa la complicada relación entre ambos países

Boris Johnson y Emmanuel Macron

Francia y el Reino Unido llevan 955 años de una extraña relación. Desde la batalla de Hastings, que selló la conquista normanda de las islas británicas en 1066, su historia común es una sucesión de guerras y desencuentros de diversa intensidad jalonada por interludios de amistad interesada. El último enfrentamiento, a cuenta del trágico naufragio de una patera que intentaba llegar a las costas inglesas, se suma a otros recientes sobre la frontera con Irlanda, las licencias pesqueras o el transporte de mercancías. El divorcio británico de la Unión Europea es una herida abierta sobre la que los dirigentes de ambos países no pueden evitar echar sal. 

El canal no es solo un accidente geográfico sino una metáfora que representa la complicada relación entre Francia e Inglaterra, que llevan siglos surcándolo para comerciar, para guerrear o para irse de vacaciones. Y, aún así, no se han puesto de acuerdo en la manera de llamarlo: para unos es ‘the English Channel’; para otros ‘le Canal de la Manche’. Era, por tanto, inevitable que el Brexit tuviera una dimensión única para dos naciones que, literalmente, pueden observarse a simple vista a través de un brazo de mar que les une y les separa al mismo tiempo. 

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