Mayo: ciclo de cambio

La consecuencia benéfica para Sánchez de lo ocurrido en Madrid es la retirada de Pablo Iglesias

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez aseguró tras su investidura que el primer Gobierno de coalición de la etapa democrática agotaría su mandato. El presidente no contaba con que imponderables como el coronavirus le iban a complicar los planes. Ni tampoco con que el principal partido de la oposición volvería a ser alternativa como consecuencia de unas elecciones autonómicas anticipadas.

Es prematuro afirmar, como hace Pablo Casado, que el éxito de Isabel Díaz Ayuso marca un cambio de ciclo, aunque apunte en esa dirección.

De momento, lo que se ha iniciado es un ciclo de cambio que estará determinado por el manejo de la pospandemia, por la gestión de los fondos europeos de recuperación y por el precio político de cumplir las exigencias con que vendrán aparejados.

Los seis días de silencio que mantuvo Sánchez tras la aplastante victoria del Partido Popular en la Comunidad de Madrid dan idea de la conmoción que causó en La Moncloa la implosión electoral socialista.

Cuando finalmente rompió su mutismo, el presidente admitió la dureza del castigo recibido, pero recurrió al viejo truco de los consultores: afirmar que los problemas en que se ha metido representan «una gran oportunidad para aprender».

Un horizonte lejano

Sánchez ha tenido un tiempo considerable para aprender a partir de mayo de 2018, cuando accedió al cargo por primera vez. Sin embargo, desde entonces, todos sus resultados electorales han ido a peor por efecto de sus decisiones y las del núcleo duro que dirige su jefe gabinete, Iván Redondo. ¿Bastará el marketing político y el manejo de los tiempos para concluir la legislatura?

El objetivo ideal de Sánchez es llegar al 1 de julio de 2023, fecha en que le toca de nuevo a España presidir el Consejo Europeo. Es decir, seis meses valiosos que sirvan de campaña para celebrar elecciones generales en diciembre de 2023.

El desencadenante cercano de la actual racha de desaciertos fue el intento de desalojar al PP de los gobiernos de Murcia y Castilla-León.

Asumir que lo pactado con Inés Arrimadas iba a ser cumplido por los consejeros de Ciudadanos en esos territorios pasará a los anales como un enorme error de cálculo político.

El fracaso de la operación fue la chispa que encendió todo el combustible acumulado en el último año: la erosión causada por la presencia en el Gobierno de Pablo Iglesias; los vaivenes en la gestión de la pandemia y su impacto humano, económico y social.

Ayuso ha superado las expectativas

Y, para colmo, dio la excusa perfecta para que Isabel Díaz Ayuso lanzara un envite tan audaz como el de Sánchez cuando logró desalojar a Mariano Rajoy y que ha ganado superando todas las expectativas.

Una de las pocas consecuencias benéficas para Sánchez de lo ocurrido en Madrid es la retirada de Pablo Iglesias. Su actividad dentro del Ejecutivo solo ha destacado por practicar la oposición interna y justificar la etiqueta de social-comunista con que lo ha bautizado el bloque de la derecha.

Es llamativo que la designada para sucederle, Yolanda Díaz repita que «ahora empieza la legislatura», insinuando que este nuevo tiempo se inaugura con el abandono de la escena de Iglesias.

Díaz es la persona más valorada de Unidas Podemos dentro del Gobierno y apunta a ser su baza electoral cuando se celebren nuevas elecciones. La actitud que mantenga el socio del PSOE influirá tanto en la longevidad de la coalición como lo haga la dureza, evidenciada en la sesión de control parlamentario del pasado miércoles, de un revitalizado PP.

Las presiones de Bruselas

Sánchez dispone de un margen muy estrecho para acordar las condiciones que impondrá la Unión Europea para librar los fondos de recuperación.

El detalle de esas exigencias en materia de fiscalidad, pensiones y legislación laboral encierran el peligro de que empresarios, trabajadores, pensionistas y hasta los matrimonios que tributan el IRPF conjuntamente coincidan, cada uno con sus razones, en el coro de los que culpan al Gobierno.

Si Unidas Podemos adopta una postura inflexible ante esas reformas y si las demás fuerzas que apoyaron la investidura de Sánchez añaden presión -como han hecho en los últimos días PNV, ERC, Compromís, Bildu y Más País a cuenta del final del estado de alarma- la debilidad del Gobierno se hará cada día más patente.

Además, el horizonte inmediato presenta otras oportunidades para que las decisiones del presidente y del ‘centro de mando’ que dirige Redondo en La Moncloa se tuerzan de manera parecida a la iniciativa murciana.

Entre ellas, la batalla que promete dar Susana Díaz en las primarias de Andalucía para impedir que el aparato de Ferraz complete su desembarco en el territorio que más votantes socialistas ha dado en cuatro décadas. O la cada día más posible eventualidad de unas nuevas elecciones en Cataluña, el segundo «granero» tradicional del PSOE, pueda terminar de desinflar el efecto Illa.

¿Durará el fenómeno Ayuso?

El Partido Popular saborea su victoria en Madrid. De momento, solo necesita capitalizar los errores de Sánchez y elevar todo lo que pueda el coste sociopolítico de gobernar. Pero esa estrategia puede resultar insuficiente en función de lo que dure el fenómeno Ayuso.

Los dos años de renovado mandato en Madrid también pueden traducirse en desgaste si su promesa de «libertad» decepciona a los votantes que ella misma reconoce haber recibido de prestado.

Todo ello plantea para Pablo Casado un dilema complicado. El resultado del 4 de mayo refuerza su mando en el partido, pero el atractivo popular -y el poder que eso confiere- lo tiene Ayuso y el estilo que practica.

Las encuestas conocidas tras el terremoto electoral ponen de nuevo al PP por delante del PSOE. Pero si algo demuestra la rapidez en que se ha dado ese vuelco, es que la política española es más fluida e imprevisible que nunca. Gobernar «a la madrileña», una frase que también rezuma marketing, no garantiza que la tendencia se consolide.

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