El dinero europeo se atasca en la regresión del Estado de derecho

Sánchez comprueba, con la polémica sobre Bildu, el coste de convertir a Iglesias en su propio 'primer ministro'

El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias (d) conversa con la portavoz en el Congreso de EH Bildu, Mertxe Aizpurua (i) Foto: EFE

«¡Con Bildu, no!, ¡Con Bildu, no!». Las palabras de Alfonso Guerra en RTVE estaban cargadas de intención. Su tono de voz histriónico no era exaltado, ni admonitorio, ni indignado. Su postura moral frente a Bildu ya la había dejado clara segundos antes. Pero el suyo era un grito desesperado en voz baja, casi entre el susurro de Kaa, la pitón de El libro de la selva, y el carraspeo de un viejo consiglieri, una señal de advertencia destinada a un avezado jugador de cartas.

No se sabe si fueron los susurros de Guerra, las quejas y posteriores disculpas de Guillermo Fernández Vara, el artículo de Juan Luis Cebrián -un hombre que suele anticipar los movimientos de Felipe González-, o si fue la agitación en redes sociales causada por la entrevista de José Luis Ábalos en El País y de Adriana Lastra en Eldiario.es culpando al PP de que el PSOE se echara en brazos de Otegui y jaleando a Bildu, o si fueron los tracking de opinión pública que dicen que llegaron por la mañana del lunes a la Moncloa los que encendieron las alarmas; pero en muy pocas horas Ábalos tuvo que recomponer la figura y, aunque no llegó realmente a entonar una rectificación, su argumentación y su tono cambió radicalmente.

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